24 de abril de 2018

Bajas reservas de hierro y vitamina B-12 estarían vinculadas a problemas de conducta en adolescentes varones

Una deficiencia importante de hierro y bajos niveles de vitamina B-12 en la sangre de chicos de alrededor de 8 años se asocian con problemas de conducta cuando llegan a la escuela secundaria, según una nueva investigación en Bogotá, Colombia, liderada por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan.
Los problemas incluirían comportamientos de internalización, como la ansiedad y la depresión, y problemas de externalización, como el ser agresivo y romper las reglas.

“La deficiencia de hierro sigue siendo muy prevalente en muchas regiones del mundo,” dijo Eduardo Villamor, profesor de epidemiología en U-M y autor responsable del artículo que aparece en el Journal of Nutrition. “Hay menos datos sobre la deficiencia de vitamina B-12, pero la evidencia disponible también sugiere que puede ser un problema de salud pública importante en ciertas poblaciones”.

Los investigadores realizaron el estudio entre niños de bajos y medianos ingresos de 5-12 años incluidos en la Cohorte de Escolares de Bogotá, una investigación longitudinal de nutrición y salud que ha involucrado a 3.200 niños en la capital colombiana.

Villamor y su equipo han estudiado este grupo y han encontrado una serie de problemas de salud asociados con la deficiencia de micronutrientes. Estas deficiencias son el resultado de dietas que carecen de alimentos ricos en micronutrientes, incluyendo algunas fuentes animales que contienen altas cantidades de vitamina B-12 y hierro.
Además de tomar muestras de sangre para medir los micronutrientes, el equipo llevó a cabo un seguimiento a alrededor de un tercio de los participantes en el estudio después de 6 años, utilizando el protocolo estandarizado “Cuestionario de Información para Jóvenes” que evalúa los problemas emocionales y de comportamiento en adolescentes.

Los investigadores encontraron que la deficiencia de hierro, la anemia y los bajos niveles de vitamina B-12 en la sangre en niños de alrededor de 8 años se asociaron a un aumento de aproximadamente el 10 por ciento en conductas de externalización. La deficiencia de hierro se relacionó con un incremento ajustado del 12 por ciento en la puntuación de problemas de internalización.

Villamor dijo que estos hallazgos en Colombia podrían ser relevantes en otras poblaciones con características similares, y las soluciones no serían necesariamente complejas.

“Las intervenciones para resolver estas deficiencias deben ser acordes a sus causas en cada entorno específico. En nuestra población de estudio, por ejemplo, hemos demostrado anteriormente que un programa de refrigerios escolares aumentaba los niveles sanguíneos de vitamina B-12 después de tres meses”.

Investigaciones anteriores sobre este tema habían demostrado una relación entre la deficiencia de hierro en niños menores de dos años y problemas con el afecto, el estado de alerta, la capacidad de tranquilizarse a sí mismo, y la autorregulación.
Estos problemas podrían evolucionar durante la niñez y manifestarse como problemas de conducta en la adolescencia o como una autopercepción disminuida de la salud mental en la edad adulta. Sin embargo, ninguna investigación había estudiado los efectos de las deficiencias de micronutrientes en niños mayores.

“Algunas partes del cerebro se desarrollan durante toda la niñez”, dijo Villamor, explicando que los cambios estructurales en los ganglios basales, el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal del cerebro pueden estar implicados en el desarrollo de problemas de conducta ya que estas regiones responden a condiciones ambientales en diferentes etapas de la vida.

Los investigadores no encontraron asociaciones entre las niñas.

“No tenemos una explicación clara de por qué hubo diferencias entre niños y niñas, aunque sabíamos que era importante estudiarlos por separado, ya que pueden diferir en el ritmo de desarrollo. Los estudios en ratas han encontrado que algunas deficiencias de micronutrientes afectan cerebros masculinos y femeninos de forma diferente, pero no está claro exactamente por qué este también podría ser el caso en los seres humanos”.

Además de Villamor, otros investigadores de la U-M fueron Sonia Robinson (Escuela de Salud Pública),  primera autora del estudio, y Blair Richards y Betsy Lozoff (Michigan Medicine). Otros co-autores están afiliados con la Universidad de La Sabana, Colombia y la Fundación para la Investigación en Nutrición y Salud, Colombia. El estudio fue patrocinado por el Fondo de Investigación ASISA en la Universidad de Michigan.

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